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Ilustrations: Julia Gómez Alonso
Text: Natalia Rivas Vilar[/vc_column_text][/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/5″][/vc_column_inner][/vc_row_inner]
Esta es la historia de una niña de ojos grandes y pelo negro que soñaba con vivir dentro del bosque. Se imaginaba rodeada de árboles poblados por pájaros cantores, plantas de todo tipo y animales en libertad.
Un lugar donde sentirse en casa...
La niña había nacido en una pequeña ciudad del norte. Un lugar cerrado por grandes muros de piedra y una larga historia.
Aunque a ella le gustaban mucho el cine, los edificios antiguos, la música y los bailes, los parques y las personas queridas que vivían en la ciudad. Sentía en su interior que le faltaba su algo...
Así que un día comenzó un largo viaje, una ruta que la llevaría a descubrir montañas altas y redondas, mágicos paisajes nocturnos y bosques escondidos entre los caminos de tierra y barro...
Atravesó en su caminar ríos de aguas limpias y heladas donde meter los pies y descansar. Ese mismo río que le cantaba historias en el sonido de las gotas de agua al pasar. El mismo agua que bebía de las fuentes que brotaban en los lindes del camino.
Ya había caminado mucho, cuando una tarde fría de diciembre llegó as Eiras, un lugar perdido entre montañas donde el tiempo parecía detenido.
Allí conoció a Anita, una vecina de toda la vida, que con simpatía le enseñó varias casitas que estaban en ruinas. En aquel momento sintió por primera vez que aquel podría ser su hogar.
Pasaron las estaciones, y después de algún tiempo decidió comenzar la aventura de transformar aquellos viejos muros de piedra en una casa de nuevo.
Al principio no fue fácil, ya que no tenía experiencia. Pero con esfuerzo y corazón consiguió la ayuda necesaria para hacer realidad el proyecto.
Llegaron entonces a su vida personas maravillosas que le ayudaron a convertir aquellas ruinas en un lugar cálido y seguro. Técnicas, obreros, albañiles, carpinteros, fontaneros, electricistas, pintores… y un largo etcétera de profesionales que hicieron posible el proyecto. Fue un trabajo duro y complicado, un reto inmenso. Un gran aprendizaje constante, lleno de obstáculos que superó con la ayuda, el esfuerzo y la confianza del equipo.
La niña creció con el proceso y un día vio como su sueño se volvía real, la casa tenía por fin un tejado del color de las naranjas y bellas ventanas turquesas que miraban las montañas.
Nace Terra Alma, una casa en la montaña...
La casa se abrió al mundo, convirtiéndose en un refugio, un espacio de calma y cuidados, de descanso.
Pero también en un lugar de alegría, de danza y vida. Un espacio donde volver a escuchar cuentos alrededor del fuego, donde sentirse desde el corazón.
La puerta está abierta, bienvenid@s!
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